Llegamos a Alleppey, cruzamos el río que divide la ciudad y nos dirigimos al hotel caminando... no quisimos pagar un rickshaw puesto que creíamos que el hostal estaba cerca. Resultó que no estaba tan cerca, sobre todo si vas cargado con mochilas y no te ubicas... pero tampoco fue para tanto, teniendo en cuenta que realizamos el mismo trayecto a pata varias veces a lo largo del día por voluntad propia.
A mitad del trayecto de nuestra caminata, ¡oímos un rugido! ¿Un león, un tigre? ¡NO! Eran las tripas de Juan, que solicitaban a gritos una parada de emergencia... así que no le quedó otra que internarse en la jungla, para abonar las plantaciones de los campesinos.
El hostal muy chulo. Un buen jardín y una terracita para comer y desayunar. El dueño del hotel, era un joven de nuestra edad con mucha labia, que entre consejos y fantasías nos intentaba embaucar.
Acudimos al centro de la ciudad. La idea era evitar los backwaters en barca, puesto que no queríamos repetir el plan del día anterior. Pensamos que era mejore realizar una travesía en piragua así que nos pusimos en marcha con la idea de encontrar una agencia que nos proporcionase ese servicio.
Encontramos 2. En la primera nos dijeron que no existía opción para ese día y en la segunda, no tenían piraguas para todos...pero nos ofrecieron canoas en las que también podríamos remar.
Optamos por esa opción, pero reservamos las canoas para la tarde, ya que teníamos intención de ver algunos templos y monumentos de la ciudad.
El primer monumento que vimos fue el de la sirenita...playmate del año...menudos pezones! No acabamos de entender por que censuran las películas y no tapan a esta mujerzuela.
En cuanto terminamos de alegrar nuestra vista (los chicos), fuimos en busca de un par de templos.
Uno de ellos no lo encontramos, no pudimos dar con él, aunque dedujimos que podría ser uno que estaba cerrado y rodeado por comercios.
El segundo sí que estaba abierto, pero la verdad es que tampoco había mucho para ver.
La siguiente parada fue el restaurante Taff, un pequeño recinto, cutre como él solo...un verdadero antro, pero todo hay que decirlo: limpio.
Comimos una buena ración de pollo y ternera biriyani y de postre unos ricos batidos. Todo ello barato barato. Los batidos 50cents y la comida, rondando el euro.
Debe ser que a esos precios tienen que vender mucho, porque antes de servirnos, ya nos querían echar. El camarero, muy "simpático" decidió que Uriarte no era digno de su respeto y le dejó sin cubiertos ni vaso.
Sin embargo, los indios si que recibían mejor trato de su parte...y así nos lo demostraban inflándose a comer. Los platos de arroz no paraban de salir, y ellos no paraban de engullir. Luego se caerán al rió y se ahogaran por el peso...como le pasó al lobo de aquella conocida fábula.
Salimos y nos dirigimos al embarcadero para subirnos a las canoas. El paseo fue largo y agradable. Para hacerlo más ameno, ayudamos al capitán a remar, y cuando el sol sofocaba, decidimos bañarnos....y atentos que aquí viene la mejor anécdota del día:
Juan y Uriarte están en el agua disfrutando del frescor e invitan a los otros a unirse a ellos. Ruiz se anima, se quita la camiseta y sin pensarlo dos veces salta al agua. En cambio, en el agua le da por pensar....¿por qué me pesan tanto los pantalones? ¿Tal vez sea porque tengo el móvil? ¡BINGO! ¡A tomar por culo el teléfono!
Seguimos nadando y remando y en el trayecto de vuelta a casa, Ruiz nos deleitó con otra sorpresa: ¡Mirad!
Una rata gigante, yacía flotando en el mar.
De regreso en el hostal, cenamos y fuimos a la cama, no sin antes intentar salvar el móvil con un secador y arroz. El secador lo teníamos, el arroz en cambio, no. Pero siendo la base alimenticia de este país, dimos por supuesto que en el hostal nos lo proporcionarían. Es por ello que se lo pedimos al mánager del hotel, ese joven con tanta imaginación...y su respuesta no nos defraudó: No, no tengo arroz, pero tampoco te serviría, porque para que absorba la humedad, el arroz tiene que estar cocido. Mejor me lo das a mí, que te lo dejo debajo de esta lámpara (desconocemos si era mágica).
A mitad del trayecto de nuestra caminata, ¡oímos un rugido! ¿Un león, un tigre? ¡NO! Eran las tripas de Juan, que solicitaban a gritos una parada de emergencia... así que no le quedó otra que internarse en la jungla, para abonar las plantaciones de los campesinos.
El hostal muy chulo. Un buen jardín y una terracita para comer y desayunar. El dueño del hotel, era un joven de nuestra edad con mucha labia, que entre consejos y fantasías nos intentaba embaucar.
Acudimos al centro de la ciudad. La idea era evitar los backwaters en barca, puesto que no queríamos repetir el plan del día anterior. Pensamos que era mejore realizar una travesía en piragua así que nos pusimos en marcha con la idea de encontrar una agencia que nos proporcionase ese servicio.
Encontramos 2. En la primera nos dijeron que no existía opción para ese día y en la segunda, no tenían piraguas para todos...pero nos ofrecieron canoas en las que también podríamos remar.
Optamos por esa opción, pero reservamos las canoas para la tarde, ya que teníamos intención de ver algunos templos y monumentos de la ciudad.
El primer monumento que vimos fue el de la sirenita...playmate del año...menudos pezones! No acabamos de entender por que censuran las películas y no tapan a esta mujerzuela.
En cuanto terminamos de alegrar nuestra vista (los chicos), fuimos en busca de un par de templos.
Uno de ellos no lo encontramos, no pudimos dar con él, aunque dedujimos que podría ser uno que estaba cerrado y rodeado por comercios.
El segundo sí que estaba abierto, pero la verdad es que tampoco había mucho para ver.
La siguiente parada fue el restaurante Taff, un pequeño recinto, cutre como él solo...un verdadero antro, pero todo hay que decirlo: limpio.
Comimos una buena ración de pollo y ternera biriyani y de postre unos ricos batidos. Todo ello barato barato. Los batidos 50cents y la comida, rondando el euro.
Debe ser que a esos precios tienen que vender mucho, porque antes de servirnos, ya nos querían echar. El camarero, muy "simpático" decidió que Uriarte no era digno de su respeto y le dejó sin cubiertos ni vaso.
Sin embargo, los indios si que recibían mejor trato de su parte...y así nos lo demostraban inflándose a comer. Los platos de arroz no paraban de salir, y ellos no paraban de engullir. Luego se caerán al rió y se ahogaran por el peso...como le pasó al lobo de aquella conocida fábula.
Salimos y nos dirigimos al embarcadero para subirnos a las canoas. El paseo fue largo y agradable. Para hacerlo más ameno, ayudamos al capitán a remar, y cuando el sol sofocaba, decidimos bañarnos....y atentos que aquí viene la mejor anécdota del día:
Juan y Uriarte están en el agua disfrutando del frescor e invitan a los otros a unirse a ellos. Ruiz se anima, se quita la camiseta y sin pensarlo dos veces salta al agua. En cambio, en el agua le da por pensar....¿por qué me pesan tanto los pantalones? ¿Tal vez sea porque tengo el móvil? ¡BINGO! ¡A tomar por culo el teléfono!
Seguimos nadando y remando y en el trayecto de vuelta a casa, Ruiz nos deleitó con otra sorpresa: ¡Mirad!
Una rata gigante, yacía flotando en el mar.
De regreso en el hostal, cenamos y fuimos a la cama, no sin antes intentar salvar el móvil con un secador y arroz. El secador lo teníamos, el arroz en cambio, no. Pero siendo la base alimenticia de este país, dimos por supuesto que en el hostal nos lo proporcionarían. Es por ello que se lo pedimos al mánager del hotel, ese joven con tanta imaginación...y su respuesta no nos defraudó: No, no tengo arroz, pero tampoco te serviría, porque para que absorba la humedad, el arroz tiene que estar cocido. Mejor me lo das a mí, que te lo dejo debajo de esta lámpara (desconocemos si era mágica).
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