Kottayam nos sorprende; si Kerala es comunista, Kottayam debe de ser una república independiente. Parece un pequeño Bangalore: mucho tráfico, lleno de tiendas, neónes, escaparates, polución...
Llegamos al hotel, el más caro del viaje (10€ la noche), y nos encontramos que en apariencia, este nada tenía que ver con los hostales en los que nos habíamos hospedado. Ante nosotros se erígía un gran edificio...sin embargo, todo era fachada, puesto que por dentro era bastante tétrico y estaba muy poco cuidado.
Siendo tarde y teniendo en cuenta nuestro cansancio, decidimos probar el restaurante del hotel. Un sitio lúgubre, dominado por un manto de oscuridad apenas contrarrestado por la tenue luz emitida por unas pocas lámparas situadas a nuestro alrededor.
No había nadie más en el restaurante. Nos sentamos en una mesa situada en un rincón, y ante tal imagen, costaba distinguir la realidad de la ficción puesto que sentíamos habernos sumergido en una película de mafiosos. Era una estampa digna de cualquier escena de El Padrino, o Los Soprano.....Al Capone, Toni Montana o Michael Corleone, se hubieran sentido orgullosos de nosotros.
El aire acondicionado estaba a tope....no nos gustó y pedimos que lo quitasen. Obedientes, así lo hicieron....y es que somos gente peligrosa, ¡no conviene enfadarnos!
Tal austera imagen, no nos creó grandes expectativas sobre lo que íbamos a comer, pero nos llevamos una gran sorpresa al comer deliciosos manjares en grandes cantidades. Descubrimos un plato que hizo nuestras bocas agua American Chop Suey.
Al día siguiente, madrugamos con la intención de descubrir los maravillosos backwaters. Cogimos un rickshaw para que nos llevase al "puerto" o embarcadero...los conductores dudaron un poco de a dónde llevarnos y al final nos condujeron a un hotel donde podíamos alquilar unas barcazas a precios desorbitados.
Rechazamos los servicios, y nos dirigimos a un pequeño embarcadero que avistamos en el trayecto.
Vimos que había 3 agencias de viaje, y preguntamos si existía la opción de coger un "houseboat", unas barcas, canoas...
Nos dijeron que era imposible por cuestiones de mareas y más tonterías que se iban inventando sobre la marcha, y lo peor de todo, que el único tour que te ofrecían, era ir a Allepey, nuestro destino para el día siguiente...
Decepcionados y desilusionados por el hecho de que íbamos a desperdiciar un día, empezamos a debatir la opción de ir a Allepey para aprovechar el día, aunque eso supusiera perder la noche de hotel ya pagada.
Pero entonces, apareció Chanquete, un viejete con aspecto de lunático que gesticulaba y reía sin parar.
Se ofreció a hacernos un tour durante todo el día por un módico precio, y ante la ausencia de alternativas, aceptamos.
Desayunamos en un cuchitril y nos embarcamos expectantes de lo que depararían las próximas horas...y lo que depararon, fue magnífico, algo espectacular. Enrolarse en este barco fue una de las decisiones más acertadas de todo el viaje.
Sentados en la cubierta, disfrutamos de alucinantes paisajes:
diversas tonalidades de verdes, diferentes especies de pájaros, pescadores en plena faena, casitas de colores a las dos orillas del río, mujeres circulando en canoas...
El sol pegaba que daba gusto, por lo que hicimos una paradita para bañarnos entre las colonias de nenúfares, los mismos que unos minutos antes, nos habían impedido el paso, enredándose en el motor.
Chanquete, se puso un poco nervioso, y empezó a verlo negro...pero un superviviente como el, no tuvo la suficiente pericia para solventar el problema. ¡Marcha adelante, marcha atrás, al ritmo de la yenka!
Tras ese agradable chapuzón, acudimos a comer a una tasca camuflada entre casitas.
¡Por fin probamos el pescado! ¡Y no sabéis lo bien que entra! Además, si lo acompañas con una hoja bananera gigante llena de condimentos como arroz, salsas y demás....te encuentras ante un auténtico manjar!
Con la panza llena, volvimos a surcar los mares hasta llegar a Allepey. Dos cosas llamaron nuestra atención.
La primera, que la orilla del canal la estaban llenando de hoteles, pero milagrosamente respetando la naturaleza y reduciendo el impacto medio ambiental.
La segunda, que el mar estaba lleno de houseboats, ¡parecía el desembarco de Normandía!
Visto eso, regresamos a Kottayam, y nos dirigimos al Indian Coffee House, donde disfrutamos de ricos té(s) y cafés a precios irrisorios: 50 cents.
Juan quiso probar el helado, y pidió un ice cream ball. Lo que el desconocía era que iba a recibir exactamente eso: una pequeña pelota roja de plástico rellena de helado; todo ello patrocinado por Uncle John, a partir de ahora Tito John, el magnate de los dulces.....aunque más tarde descubrimos que posee un imperio que actualmente se está expandiendo: zapatos, paraguas...
De regreso al hotel, nos topamos con un festival de danza....todos los participantes eran travestis, y cada canción duraba alrededor de 15 minutos... por lo que vimos uno...¡y no más!
Antes de irnos a la cama, repetimos cena en el hotel. Esta vez, sí que había más comensales. Nos volvimos a acomodar en nuestro rincón y degustamos nuestros respectivos platos. En esta ocasión, tuvimos un añadido que nos acompañó durante toda la velada. Y es que parecía que estábamos en un estanque de ranas... eructo por aquí, eructo por allá... parece ser que es un gesto habitual, costumbre local (hoy es el día que lo comprobamos en las clases). No íbamos a ser menos que ellos, y Juan los retó dejando el listón muy alto. ¡Ni Pumba lo hubiera hecho mejor!
Y así terminó el día. Decidimos acostarnos puesto que íbamos a levantarnos a las 6 de la mañana para ir a Allepey.
Llegamos al hotel, el más caro del viaje (10€ la noche), y nos encontramos que en apariencia, este nada tenía que ver con los hostales en los que nos habíamos hospedado. Ante nosotros se erígía un gran edificio...sin embargo, todo era fachada, puesto que por dentro era bastante tétrico y estaba muy poco cuidado.
Siendo tarde y teniendo en cuenta nuestro cansancio, decidimos probar el restaurante del hotel. Un sitio lúgubre, dominado por un manto de oscuridad apenas contrarrestado por la tenue luz emitida por unas pocas lámparas situadas a nuestro alrededor.
No había nadie más en el restaurante. Nos sentamos en una mesa situada en un rincón, y ante tal imagen, costaba distinguir la realidad de la ficción puesto que sentíamos habernos sumergido en una película de mafiosos. Era una estampa digna de cualquier escena de El Padrino, o Los Soprano.....Al Capone, Toni Montana o Michael Corleone, se hubieran sentido orgullosos de nosotros.
El aire acondicionado estaba a tope....no nos gustó y pedimos que lo quitasen. Obedientes, así lo hicieron....y es que somos gente peligrosa, ¡no conviene enfadarnos!
Tal austera imagen, no nos creó grandes expectativas sobre lo que íbamos a comer, pero nos llevamos una gran sorpresa al comer deliciosos manjares en grandes cantidades. Descubrimos un plato que hizo nuestras bocas agua American Chop Suey.
Al día siguiente, madrugamos con la intención de descubrir los maravillosos backwaters. Cogimos un rickshaw para que nos llevase al "puerto" o embarcadero...los conductores dudaron un poco de a dónde llevarnos y al final nos condujeron a un hotel donde podíamos alquilar unas barcazas a precios desorbitados.
Rechazamos los servicios, y nos dirigimos a un pequeño embarcadero que avistamos en el trayecto.
Vimos que había 3 agencias de viaje, y preguntamos si existía la opción de coger un "houseboat", unas barcas, canoas...
Nos dijeron que era imposible por cuestiones de mareas y más tonterías que se iban inventando sobre la marcha, y lo peor de todo, que el único tour que te ofrecían, era ir a Allepey, nuestro destino para el día siguiente...
Decepcionados y desilusionados por el hecho de que íbamos a desperdiciar un día, empezamos a debatir la opción de ir a Allepey para aprovechar el día, aunque eso supusiera perder la noche de hotel ya pagada.
Pero entonces, apareció Chanquete, un viejete con aspecto de lunático que gesticulaba y reía sin parar.
Se ofreció a hacernos un tour durante todo el día por un módico precio, y ante la ausencia de alternativas, aceptamos.
Desayunamos en un cuchitril y nos embarcamos expectantes de lo que depararían las próximas horas...y lo que depararon, fue magnífico, algo espectacular. Enrolarse en este barco fue una de las decisiones más acertadas de todo el viaje.
Sentados en la cubierta, disfrutamos de alucinantes paisajes:
Chanquete, se puso un poco nervioso, y empezó a verlo negro...pero un superviviente como el, no tuvo la suficiente pericia para solventar el problema. ¡Marcha adelante, marcha atrás, al ritmo de la yenka!
Tras ese agradable chapuzón, acudimos a comer a una tasca camuflada entre casitas.
¡Por fin probamos el pescado! ¡Y no sabéis lo bien que entra! Además, si lo acompañas con una hoja bananera gigante llena de condimentos como arroz, salsas y demás....te encuentras ante un auténtico manjar!
Con la panza llena, volvimos a surcar los mares hasta llegar a Allepey. Dos cosas llamaron nuestra atención.
La primera, que la orilla del canal la estaban llenando de hoteles, pero milagrosamente respetando la naturaleza y reduciendo el impacto medio ambiental.
La segunda, que el mar estaba lleno de houseboats, ¡parecía el desembarco de Normandía!
Visto eso, regresamos a Kottayam, y nos dirigimos al Indian Coffee House, donde disfrutamos de ricos té(s) y cafés a precios irrisorios: 50 cents.
Juan quiso probar el helado, y pidió un ice cream ball. Lo que el desconocía era que iba a recibir exactamente eso: una pequeña pelota roja de plástico rellena de helado; todo ello patrocinado por Uncle John, a partir de ahora Tito John, el magnate de los dulces.....aunque más tarde descubrimos que posee un imperio que actualmente se está expandiendo: zapatos, paraguas...
De regreso al hotel, nos topamos con un festival de danza....todos los participantes eran travestis, y cada canción duraba alrededor de 15 minutos... por lo que vimos uno...¡y no más!
Antes de irnos a la cama, repetimos cena en el hotel. Esta vez, sí que había más comensales. Nos volvimos a acomodar en nuestro rincón y degustamos nuestros respectivos platos. En esta ocasión, tuvimos un añadido que nos acompañó durante toda la velada. Y es que parecía que estábamos en un estanque de ranas... eructo por aquí, eructo por allá... parece ser que es un gesto habitual, costumbre local (hoy es el día que lo comprobamos en las clases). No íbamos a ser menos que ellos, y Juan los retó dejando el listón muy alto. ¡Ni Pumba lo hubiera hecho mejor!
Y yo ... con corbata "preta" y con zapatos que me hacen rozadura vestido de pingüino en la Gran Vía de Bilbao. Me he levantado a las 6 de la mañana para hacerme el Donosti_Bilbo en un voleo.
ResponderEliminarChavales ... seguid "estudiando". No trabajéis, que no os engañen.
P.D.: para más INRI, es mi "cumple". Este artículo me me dado ánimos.
Muchas felicidades Juan Mari!! Déjate de corbatas, aquí con chanclas, bañador y tres camisetas pasas dos semanas ¿quién necesita gallumbos o calcetines? Eso si lo de ducharte con agua caliente o un colchón mullido también esta demás.
ResponderEliminarEspero que pasarás un buen cumple, ya veo que decidiste aprovechar el día desde bien temprano y ya sabes, nunca es tarde para volver a la uni... eso si se echa de menos una pelota