Al fin llegamos al Tibet, territorio
misterioso, territorio inexplorado, cuna del budismo y nuestra última parada del viaje.
Solo pudimos entrar en el país con visado de
grupo y viaje organizado. Detallito: el visado consta de dos papeles, uno para
la entrada y otro para salir; de modo que oficialmente tú no has estado en el
país ya que no tienes ningún sello para demostrarlo. Esta es una muestra del control que existe en
el país por parte de China y de la opresión que sufren los Tibetanos.
Ante nuestras insistentes preguntas, nuestra
guía, Pimba, nos fue relatando a lo largo del viaje, entre sollozos y miedo,
la situación insostenible en la que están inmersos.
El viaje estuvo dividido en 2 partes. La
primera consistió en ver templos budistas. En todos ellos, nos fuimos empapando
sobre la religión del budismo; y así conocimos al Buda del pasado, presente y
futuro.
También a Milarepa, el más grande de todos,
puesto que llegó al nirvana en una sola vida.
Este sitio era impresionante, la fotos hablan
por sí solas.
Además enfrente, había una plaza preciosa (lástima
toda la presencia policial y militar), donde todas las tarde se reunía multitud
de gente a bailar.
El primer día nos llovió, pero no nos impidió
bailar bajo la lluvia y hacer un poco el gamberro, sobre todo cuando llegamos
al restaurante, calados hasta los huesos y nos hicimos varias fotos con un Yak,
majestuoso animal donde los haya.
El segundo tramo del viaje, lo realizamos por
los pasos más altos del mundo, entre las faldas de los gigantes de piedra que
asoman sus cabezas casposas entre las nubes.
Una vez más, las nubes nos impidieron ver las
cimas de varios montes, como la del Everest, sin embargo, a 5200m de altura,
sigue siendo impresionante.
No lo hemos comentado antes, pero fue muy
gracioso ver el efecto que tuvo la altura en nosotros. Según pisamos las zonas
más bajas del Tibet, la cabeza nos empezó a doler, nos costaba respirar, nos
meábamos continuamente y la fatiga era enorme.
Simplemente andando, ya parecía que habíamos
corrido un maratón.
Gracias a Buda, cuando alcanzamos el punto
más alto, ya éramos unos profesionales, y nos atrevíamos a echar unas
carreritas.
También nos gustaría comentar el caso de los
hoteles, ya que pasamos de estar en hoteles de lujo, a terminar en tugurios que
no tenían ni ducha ni lavabo. Y si querías hacer de vientre… ¡ponte de
cuclillas y suelta tus entrañas en una zanja! ¡Toda una experiencia!
En cuanto al tema político, represión y
opresión del Tibet…lo vamos a dejar, no vaya a ser que nos censuren el viaje. Pero
quedamos a vuestra disposición para contaros cuanta injusticia se da en el
mundo.
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