miércoles, 26 de junio de 2013

7 días en el Tibet



Al fin llegamos al Tibet, territorio misterioso, territorio inexplorado, cuna del budismo y nuestra última parada del viaje.


Solo pudimos entrar en el país con visado de grupo y viaje organizado. Detallito: el visado consta de dos papeles, uno para la entrada y otro para salir; de modo que oficialmente tú no has estado en el país ya que no tienes ningún sello para demostrarlo. Esta es una muestra del control que existe en el país por parte de China y de la opresión que sufren los Tibetanos.

Ante nuestras insistentes preguntas, nuestra guía, Pimba, nos fue relatando a lo largo del viaje, entre sollozos y miedo, la situación insostenible en la que están inmersos.



El viaje estuvo dividido en 2 partes. La primera consistió en ver templos budistas. En todos ellos, nos fuimos empapando sobre la religión del budismo; y así conocimos al Buda del pasado, presente y futuro.
También a Milarepa, el más grande de todos, puesto que llegó al nirvana en una sola vida.
De entre todos los templos, os mostraremos Potala, aunque hubo muchos más.



Este sitio era impresionante, la fotos hablan por sí solas.


Además enfrente, había una plaza preciosa (lástima toda la presencia policial y militar), donde todas las tarde se reunía multitud de gente a bailar.



El primer día nos llovió, pero no nos impidió bailar bajo la lluvia y hacer un poco el gamberro, sobre todo cuando llegamos al restaurante, calados hasta los huesos y nos hicimos varias fotos con un Yak, majestuoso animal donde los haya.



El segundo tramo del viaje, lo realizamos por los pasos más altos del mundo, entre las faldas de los gigantes de piedra que asoman sus cabezas casposas entre las nubes.

Una vez más, las nubes nos impidieron ver las cimas de varios montes, como la del Everest, sin embargo, a 5200m de altura, sigue siendo impresionante.



No lo hemos comentado antes, pero fue muy gracioso ver el efecto que tuvo la altura en nosotros. Según pisamos las zonas más bajas del Tibet, la cabeza nos empezó a doler, nos costaba respirar, nos meábamos continuamente y la fatiga era enorme.

Simplemente andando, ya parecía que habíamos corrido un maratón.

Gracias a Buda, cuando alcanzamos el punto más alto, ya éramos unos profesionales, y nos atrevíamos a echar unas carreritas.



También nos gustaría comentar el caso de los hoteles, ya que pasamos de estar en hoteles de lujo, a terminar en tugurios que no tenían ni ducha ni lavabo. Y si querías hacer de vientre… ¡ponte de cuclillas y suelta tus entrañas en una zanja! ¡Toda una experiencia!

En cuanto al tema político, represión y opresión del Tibet…lo vamos a dejar, no vaya a ser que nos censuren el viaje. Pero quedamos a vuestra disposición para contaros cuanta injusticia se da en el mundo.



Y ya para finalizar, deciros que los paisajes que vimos en todo el viaje fueron simplemente únicos y espectaculares. Difícilmente descriptibles, nos dejaron un sabor de boca maravilloso qué ha hecho simbiosis con la mente para no borrarse jamás.  





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