Pushkar
es una pequeña ciudad en la que no hay prácticamente nada que hacer. Pero la
elegimos a conciencia, puesto que nos pareció un lugar idóneo para reponer fuerzas
y prepararnos para la otra mitad del viaje que teníamos por delante. Desde ese
punto de vista, fue todo un acierto.
Llegamos
a Pushkar por la tarde, y lo primero que hicimos después de realizar el
check-in con el manager que estaba enfadado con el Mundo en general, fue darnos
una vueltita por la ciudad sagrada y ver los Ghats. Intentamos bajar por uno de
ellos al azar, y resultó que era el de Ghandi (más tarde descubrimos que parte
de sus cenizas se habían esparcido en ese lago). Los embaucadores comerciantes,
nos vinieron a molestar, engañándonos para que les comprásemos florecillas y
pulsera, porque era la tradicíon.
Debido a ello, no bajamos por ese ghat y seguimos caminando, hasta llegar casi al final de la ciudad, donde encontramos un bonito mirador para ver el atardecer.
Después
de ver a personajes peculiares, fuimos a cenar y nos acostamos.
La mañana siguiente, decidimos tomárnosla con tranquilidad, y la primera medida que tomamos, fue NO madrugrar. Pensamos en repetir el restaurante de la cena de la noche pasada, puesto que estuvo bien, y los precios eran muy buenos. Al acudir al recinto, estaba vacío, éramos los únicos clientes, y solo había un camarero.
La mañana siguiente, decidimos tomárnosla con tranquilidad, y la primera medida que tomamos, fue NO madrugrar. Pensamos en repetir el restaurante de la cena de la noche pasada, puesto que estuvo bien, y los precios eran muy buenos. Al acudir al recinto, estaba vacío, éramos los únicos clientes, y solo había un camarero.
Nos tomó
nota mental, ya que no quiso apuntar, aunque se lo pedimos. Habíamos pedido
bastantes cosas, y en algunas, pedimos que nos realizara algunos cambios, como
podía ser cambiar la leche por yogurth. Le
pedimos que tomara nota con papel y lápiz, pero se negó, y el resultado, como
no podía ser otro, no fue el deseado.
Cometió
algunos errores, eso por no comentar que tardó 2h, y no exageramos, en
servirnos.
A estas
alturas en cambio, ya estábamos curados de espanto, y como no teníamos ninguna
prisa, nos lo tomamos con mucho humor y nos echamos una buenas risas.
Casi ya
al medio día, dimos una vuelta por la ciudad y Juan y Uriarte decidieron
bañarse, en este lago sagrado al que los hinduistas están obligados a venir al
menos una vez en la vida, como al Ganges en Varanasi.
La comida
la hicimos en un restaurante en el que tú te acomodabas en la 2º planta y ellos
te subían la comida con poleas. Uriarte
tenía mono de dulce, por lo que decidió tomar el especial del día: tarta de
frutas. Sin embargo, cuando el camarero la trajo, ninguno de los presentes pudo
contener la risa: un bocadito, un pequeño pastelillo nada más.
Después de cenar, los chicos decidieron irse al hotel para ducharse y quitarse la mierda del rio, y las chicas fueron a dar una vuelta.
Compartiría el pastelito ... ¿no?
ResponderEliminar¡juás, juás, juás, ....!
Si le da pena hasta comérselo.
¡juás, juás, juás, ....!
¿Lo guardó en la mochila y se lo trajo pa casa?
¡juás, juás, juás, ....!
...
"Los chicos se perdieron" ... dan ganas de cambiarse de sexo.
....
¡jó, vaya día que tengo!