Llegamos
a Jodhpur al medio día.
Decidimos comer en la terraza del hotel, ya que los precios eran económicos, nos era muy cómodo y la carta tenía buena pinta.
Decidimos comer en la terraza del hotel, ya que los precios eran económicos, nos era muy cómodo y la carta tenía buena pinta.
La
espera se hizo larga, pero al menos, la comida estuvo bien. Uno de los
managers, se fijó en el vestido que Ainhoa compró en Desigual, puesto que esas
telas habían salido de su fábrica.
Comprobamos
la etiqueta, y efectivamente, estaba hecho en India.
Salimos
a dar una vuelta, con intención de ver la Clock Tower y el bazaar, pero un
indio nos pilló por banda.
Se nos
acercó con la coña de “Hey man, nice moustache”, refiriéndose a Freddy Ruiz
Mercury. Comenzamos con la conversación trivial que tanto les gusta: ¿De dónde
sois? ¿Qué hacéis aquí? Etc..
También
nos empezó a informar sobre las cosas que podíamos ver, sabía de la Lonely
Planet y nos enseñó referencias de los sitios que nombraba. Entre ellos, la
tienda de telas de Alí Baba y la tienda de especias del estado.
Nos
dijo que el mismo tenía una tienda, una especie de estanco, y que en caso de
cualquier problema, contactásemos con él. Nos
pareció un tipo majo y cuando decidió acompañarnos, no opusimos resistencia.
Pero sus intenciones era muy diferentes a la de ayudarnos. Nos
llevó directamente a la tienda Alí Babá y hasta nos sentimos presionados para
verla. Al final, como borregos, aceptamos y subimos por las 4-5 plantas que
tenía.
Sin
embargo, fue un acierto, porque hoy es el día que nos reímos con el show que
nos dieron ahí.
Primero,
nos explicaron la importancia de la empresa, nos dijeron que hacían negocios en
Barcelona, Madrid y Málaga y por lo tanto dominaban bastante bien el
castellano. Y fue entonces cuando comenzó ¡l’espectacle!
Tras
enseñarnos unos edredones comenzaron a sacarnos mantas y telas que servían
para: una “Cama”, para una “Soufa”, para una “Table”.
Luego
se las ponían sobre los hombros y decían que eran muy cálidas: cuando vas al
restaurante…mmmmmm….que bueno!!!
Todos
estos comentarios, acompañados de mímicas. Fue como ir al circo.
Al
salir de la tienda, dimos una vuelta por las calles y cenamos en una terraza
con muy buenas vistas al fuerte.
Al día
siguiente, visitamos el fuerte. Una auténtica pasada. Hicimos todo el recorrido acompañados de un audio-guía, y un calor abrasante que asfixiaba y reducía
nuestro nivel de energía a 0.
A la
salida, visitamos un pequeño palacio de mármol blanco que se encontraba al lado
del fuerte, bonito aunque con nada en especial.
Por
último nos acercamos al palacio del Marajá, que hoy en día está dividido en 2
partes: una residencia del Marajá y otra reservada como hotel.
Solo
nos interesaba ver los cochazos que tenía el gobernante, puesto que habíamos
oído que el museo no merecía la pena. Lamentablemente,
no tuvimos en cuenta que una enorme muralla, rodeaba el recinto y a pesar de
andar y rodearla, no pudimos ver nada.
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