lunes, 24 de junio de 2013

Khajuraho

El viaje de Agra a Varanasi era muy largo, por lo que decidimos hacer una parada en medio del camino, y así de paso, saciar nuestras ansias eróticas y sexuales en el templo del Kamasutra de Khajuraho.


En cuanto nos bajamos del tren, un batallón compuesto de caza turistas nos rodeó ofreciéndonos hoteles y rikshaws.

Uriarte, tuvo el infortunio de ser el primero en bajarse, por lo que fue la primera víctima de este pelotón. Aún así, mantuvo la calma, y como buen discípulo de Gandhi, decidió utilizar la resistencia pasiva. Se tiró en el suelo, y empezó a echarse la siesta.
A su alrededor se formo un corro de incredulidad, ya que no entendían que hacía el blanquito.
Después de mirarlo un rato, decidieron ir a molestar a los demás.

Preguntamos sobre las consignas para dejar las mochilas pero continuamente nos engañaban, incluso los propios empleados de la estación, que estaban compinchados y nos aconsejaban ir con los caza clientes.
Al fin, abrieron la oficina y pudimos dejar nuestras mochilas.



Desayunamos y pusimos rumbo al primer complejo de templos.
Contratamos un guía que hablaba castellano, elección bastante acertada, ya que aunque no aportó muchísima información, nos sirvió para reírnos un poco, encontrar las figuras más llamativas y aprender algunas curiosidades y datos interesantes.

Muchas de las explicaciones eran de este pelo:
-¿Veis esta mujer? ¿Veis su cara? ¡Está cachonda! ¿Sabéis lo que es cachonda?
-Si
-Bien, ella está cachonda


También nos explicaron la importancia del sexo para conseguir la salvación, el nirvana.
Ya veis, si más vasc@s visitásemos este lugar, terminaríamos con el "verdadero conflicto vasco" y además alcanzaríamos la tierra prometida.

Al finalizar la ruta de los templos, Ainhoa comenzó a sangrar por la nariz. Pedimos ayuda a los trabajadores del recinto, para que nos proporcionasen unos pañuelos para que se limpiase y se taponase la nariz.
Rápidamente, los empleados se convirtieron en enfermeros/chamanes y se hicieron cargo de Ainhoa, tendiéndola en el suelo, y empapándola de agua.


A partir de ahí, nos pateamos todo Khajuraho, y la verdad es que los demás templos no aportan mucho, y las ruinas...son ruinas, con el simple atractivo de ser muy antiguas.

Caminando y caminando llegamos a la vieja Khajuraho. En unos prados, había búfalos y Uriarte quiso hacerse una foto con ellos. Juan era el encargado de hacer la foto, pero tardo demasiado, tanto como para que el animal se cansase y embistiera al pobre Uriarte. Lástima no tener documento gráfico del hecho. Desde ese punto de inflexión, Uriarte afirma que ha vuelto a nacer.


En ese momento nos encontramos con un niño  que decidió hacernos de guía y nos enseñó su poblado, verdaderamente bonito
Tuvo el bonito gesto de "engañarnos" y llevarnos a su escuela para que hiciéramos un donativo. Nos gustó mucho su actuación, ya que da gusto que un niño tan joven, se preocupe por su futuro y luche por estudiar y salir de la miseria.



Sin embargo, una vez fuera del poblado, el niño nos volvió a pedir dinero esta vez sí, mintiéndonos en los propósitos destinados a las monedas.
Una pena, puesto que esa actuación mancho un poco su caballerosidad y gestos nobles, pero que le vamos a hacer, es joven, vive en una aldea turística y suponemos que el gen de la pillería lo tendrá aferrado al ADN.

Machacados por el sol y la fatiga decidimos regresar al centro y cenar. Estábamos muy lejos, pero encontramos un rickshaw en medio de Khajuraho que accedió a llevarnos.

Una vez en el tren, ocupamos todo un compartimento de 6 camas, nos descalzamos y nos acomodamos cada uno en una litera. Fue entonces cuando un tufo, una peste tóxica embriagó a los ocupantes. Los calcetines y playeras de Uriarte emanaban un hedor insoportable, brutalmente asesino.

Uno de los empleados del tren se dedicaba a ir por todos los compartimentos con un ambientador en spray para camuflar el olor dejado por los anteriores pasajeros. Cuando pasó por el nuestro, hizo una primera tirada en el compartimento, y realizó una segunda exclusiva en los pies de nuestro amigo.

Entre risas y asfixia, nos despedimos con la intención de despertarnos en la sagrada Varanasi.   



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